miércoles, 26 de noviembre de 2008

"TRAZOS DE LA MEMORIA" EXPOSICIÓN DE ALEJANDRO CABALLERO EN LA TREGUA


El café Cultural “ La tregua” y la Revista (Club) La Pluma del Ganso” Presentan :

“Trazos de la Memoria

de Alejandro Caballero.

100 Dibujos Surrealistas y la presentación del Performance Picto-Literario

Que tendrá lugar en el Café ” La tregua” el sábado 29 de Noviembre a las 19:00hrs

Calzada México Tacuba No. 409 Col. Popotla a media cuadra del metro Popotla.

Frente al Parque Cañitas

Tel:53411434

Los escritores participantes en el Performance Picto-literario son:

Cruz Cartujas

Chelo Boom

Mónica Suárez

Mariela Gómez

David Juárez

Macario Matus

María Eugenia Rodríguez

Hugo López

Hugo López (hijo)

Jorge Vega



TRAZOS DE LA MEMORIA, UNA EXPOSICIÓN SIN POSIBILIDADES DE MÁRGENES.

Por Roberto Ramos Trujillo

Al zarpar la nave de mi reflexión sobre la corriente de características de esta magna exposición de Alejandro Caballero Valdés, confieso abiertamente de que en el intento de dilucidarla corro el riesgo de sufrir un serio percance en la facultad de raciocinio. La esencia de esta obra está claramente emplazada en la soberanía del reino onírico, pero aún más allá de esta certeza, estos trazos establecen sus tallos en el delirio afiebrado, a veces incluso en la pesadilla y en consecuencia en el vórtice mismo de la realidad. De entrada, una vez franqueados sus dinteles, rápido se advierte el vigor incesante en el impulso del a líneas. El pintor ostenta autoridad sobre las rutas ignotas de las formas .La naturaleza intrincada de cada uno de los cuadros literalmente atenaza la glándula de la atención. Sus figuras henchidas de un aire hiperbólico rápidamente conquistan un sitio privilegiado en la conciencia del espectador. Sin premura nos
podemos hundir todo el lapso de una eternidad en los misterios de su discurso prosopopéyico. No son escasos, por ejemplo, personajes suyos que se encuentran adheridos a una máquina de ruedas. En la fundación de esta cosmogonía insospechada son los artefactos quienes someten a vasallaje a las personas. La cultura predominante escatima el allbedrío u cosifica las voluntades. Una de estas imágenes, por cierto, es una máquina de coser, o en todo caso así quiero creerlo, pero además el cuerpo del artefacto se encuentra festonado de protuberancias, protuberancias que son más bien rostros patéticos. Esto convierte a la máquina como en una urdidora de expresiones faciales anodinas y rutinarias. La materia prima de esta exposición es la misma sustancia acumulada con que se tiñen los escenarios del sueño, del sueño donde el único elemento que se mantiene fiel a la vigilia es el dolor.

Es sorprendente también en la obra de Alejandro Caballero Valdés la fertilidad de su ingenio. Esta exposición plástica en el café La Tregua, abriga el propósito, absolutamente deliberado, reproducir vértigo y mareo en el espectador, pero además de que no se la puedan acabar de un sólo vistazo. Hay que retornar al café cuantas veces sea necesario para poder tener un sólido juicio sobre este trabajo plástico. Cada uno de los cuadros es un verdadero proyectil dirigido a impactar seriamente el núcleo aletargado de la conciencia. En este sentido es bastante saludable apreciar sin prisas las características de esta obra.

Es muy difícil distinguirle donde se encuentran deslindadas sus fronteras naturales. Incluso sospecho, no sin alarma, que la concepción de esta obra carece de márgenes de contención. Al tratar de atisbarla en el plano general, uno experimenta una sensación análoga a la de quien se asoma al infinito o a la realidad cotidiana. Pero además en cada uno del os cuadros se encuentra perfectamente cifrada la atmósfera que habitualmente respiramos aquí en la ciudad de México.

Como ustedes podrán apreciar el curso de la presente reflexión más bien tiende a anclarse en lo intrincado de cada una de las imágenes, y de esta manera y la mismo tiempo el autor de los presentes renglones aprovecha para reconocer la imposibilidad de abarcar la exposición desde un punto de vista panorámico.

Así las cosas, uno de los cuadros aquí expuestos lleva el nombre de Angustia tumefacta. Es un dibujo particularmente ejecutado con la misma pátina de las pesadillas. Francamente no recomiendo que el espectador vaya a precipitarse enla tentación de demorar bastante tiempo en el escrutinio de este dibujo. Se trata, -al mismo tiempo- del cuerpo de un muñeco inanimado (de alguien a quien por medio electrónicos le drenaron la médula de su albedrío), de un arlequín y es, así mismo, una persona todavía viva. No hay un solo elemento en este dibujo que literalmente no esté consagrado a producir un fuerte impacto en la percepción de las pupilas. Con toda claridad podemos apreciar en el ámbito de este rostro a la angustia paralizante. Pero por si fuera poco, Alejandro Caballero Valdés, con toda la ironía del mundo, dibuja a este personaje con la cara hinchada. Por eso se la ha denominado Angustia tumefacta. Puntual trazo oximorónico. Es decir, neta
conjunción de dos elementos de signo opuesto. El eco de la raíz etimológica nos dice que el vocablo angustia procede de agostarse, de estrecharse. Alguien se angustia cuando se le estrecha el horizonte, cuando el mundo se le cierra. Pero el rostro que acusa esa opresión luce dilatado, incluso de talla gigantea. El autor nos hace ver así una dilatada angustia ¿No es acaso el signo preponderante de nuestros tiempos? Sin duda este dibujo y muchos otros consiguen fraguar una exacta alegoría de la opresión globalizada.

Otro de los dibujos se titula Parirse a sí mismo. Otra nominación hipotética sería: Para irse a sí mismo. Vemos una expresión de dolor sostenida por el pedestal de dos manos y unos pies torcidos. La frente se aprecia hinchada y un tanto deformada por el tormento. De la cavidad estrecha de su cráneo emerge el perfil de un rostro, bien puede tratarse de un semblante dormido, pero también podemos estar asistiendo al nacimiento de una cara ya muerta. Tanta torcedura y tanto dolor, para venir a dar a luz a un cadáver.

En otro de los dibujos la ironía es de cierta manera regocijante, ahora vemos a un cóncavo semblante colgado de un perchero, ostenta una peluca estilo Luís XV, pero esa artificial capilaridad de ministro de la suprema corte es en realidad una escalera eléctrica. La cara, por cierto, está confeccionada con un calado mohín de alcurnia, que reduce casi a semilla la dimensión de la boca.

Imposible encontrar predilección por algún dibujo en particular. Cada uno de ellos, como suelen dictaminar los clásicos, tienen lo propio, se defienden con sus propios recursos, a sí mismos se bautizan.

Pensemos ahora en el cuadro titulado El sueño de la tormenta. Es una cabeza dormida.