TERRITORIOS.
“Los hombres y mujeres o bien se devoran rápidamente en eso que se llama el acto del amor, o bien se crean el compromiso de una larga costumbre a dúo. Entre estos dos extremos no hay término medio. Eso tampoco es original.”
Albert Camus.
“Hay que hablar de amor y deseo mientras nos queden labios con que besar…”
U.P
I.
Después de todo sólo se trata de la carne, de los amorosos territorios;
de esa fiebre incesante con que los cuerpos se revuelcan en la tumba.
Después de todo sólo se trata del amor como un encuentro,
ese demonio desnudo que ronda el fervor de la sábana,
ese destino insomne de las bestias, las mujeres y los nombres.
Quizás, en recovecos urbanos donde asoman la timidez y el prejuicio,
en las calles lunares, sin sortilegios y sin ruido,
convoquemos urgentes el placer húmedo y milagroso,
ese sueño que todos soñamos
-¿quién lo sabe?
Tal vez sea cercanía de vahídos en combate de cuerpos,
crucigrama de pieles cicatrizadas a fuerza de besos,
perfume que dejamos en las batallas;
un nombre, un rastro, un ángel compartido…
tal vez:
ese león insatisfecho que nos habita entre los muslos,
ese pretexto necio de retozar cama,
angustia ardua de caricias y mordiscos,
luz, sombra, muerte chica,
esta pinche necedad de una piel
y un olvido.
II. M a p a s.
Y he aquí que los cuerpos ocultan extraños códigos,
rutas indescifrables, cercanías y desvelos;
la tersura de piel en brama revelada ante el asombro del viajero;
los parajes adversos, perversos, ávidos de descubrimiento;
deleitosas jornadas sin fatiga,
puertos de bravas fragatas,
nuestra mitad de océano sudoroso.
Don Juan declara:
los territorios son tan inmensos como la posibilidad de nunca recorrerlos;
Yo contradigo:
estas comarcas son infinitas pero mesurables,
como las palabras tuyas que bautizan mi vientre,
como coordenadas de desamparo en nuestro rumbo,
tan húmedas como labios que palpitan al contacto de tu sexo.
Guardo silencio, te busco, nos perdemos,
debiéramos al alba conseguir un astrolabio...